Con este primer domingo de adviento estamos comenzando el nuevo año litúrgico de la Iglesia el cual está enfocado en la vida de Nuestro Señor Jesucristo. Sabemos que los tiempos más importantes de la vida de nuestro Salvador son su nacimiento y su pasión, muerte y resurrección—la Navidad, el Triduo Pascual y la Pascua. Estos tiempos tan importantes requieren un tiempo de preparación para poder mejor apreciar los misterios que celebran, y es por eso que la Iglesia nos da tanto el Adviento como al Cuaresma. Estas son temporadas de preparación que nos sirven para reflexionar en la vida de Jesús, María, José, los santos y la Iglesia, pero también sobre nuestra propia vida, para poder entrar con mayor conocimiento y júbilo a los tiempos siguientes. El adviento en particular (que significa del latín advenire ‘lo que ha de venir’) es una etapa de preparación para la venida de nuestro Señor Jesucristo en la Navidad. Es por esto que más que un momento de celebración extrema es un momento de expectativa que se debe distinguir por la oración, las buenas obras, la penitencia y la confesión. Estamos preparando nuestra alma para que en ella pueda nacer la gracia del niño Dios que se revela en Belén.
TODAVÍA NO ES NAVIDAD. La navidad comienza el 25 de diciembre con la celebración del nacimiento de Jesús. Es por eso que como católicos debemos de evitar adelantarnos a este gran misterio y tomar este tiempo de adviento de una manera seria. Los cuatro domingos de adviento nos invitan a meditar en la expectativa de la vida eterna, el perdón y la reconciliación; el ejemplo de María como colaboradora perfecta del amor de Dios y la figura de Cristo como la Luz del Mundo que ilumina todas nuestras vidas. Recuerda, no te adelantes a celebrar sin mesura, mejor disfruta los momentos en familia y con tus amistades en oración y recordando que nuestra vida es un adviento, es decir un tiempo de preparación para la venida de Cristo.